Columna de opinión de Fernando Cortez Guerra, gerente general AIA, en El Mercurio de Antofagasta. 29 de septiembre de 2019.
Enfrentados a la pregunta de cuál es uno de los principales desafíos futuros y estratégicos de la Región de Antofagasta, es tradicional que los opinantes subrayen en su respuesta a “la diversificación productiva”, agregando y enfatizando que Antofagasta “debe dejar de ser una región monoproductora y extractivista”. En la gran mayoría de los casos, no se refieren ni tangencialmente al cómo debería lograrse tal diversificación. En esta mirada, minería (especialización) y diversificación aparecen como opciones contrapuestas, por lo que el dilema estratégico sería ¿minería o diversificación?
No tengo recuerdo de haber escuchado a alguien o alguna institución, alguna vez, que plantee que el desafío estratégico de nuestra región es mantenerse o consolidarse como mono o mineroproductora. El objetivo de la diversificación es obvio.
Es más, cuesta imaginarse que alguna región del mundo, incluso aquellas más diversificadas económicamente, no se planteen fortalecer su aparato productivo incorporando o desarrollando nuevos sectores o subsectores a su economía.
Por lo anterior, resulta más o menos evidente que lo interesante de este tema no es proponer repetitivamente “hay que diversificar la economía”. Esta temática se torna realmente desafiante y atractiva cuando pasamos de la problemática a la solucionática; es decir, ¿qué debemos hacer para diversificar la economía? ¿cómo incorporamos nuevos sectores productivos y competitivos a nuestro aparato productivo? ¿cómo se pasa de un modelo de producción especializada a un modelo con mayor grado de diversificación? ¿debemos elegir entre minería y diversificación?
La experiencia de desarrollo minero de la Región de Antofagasta en los últimos 30 años es un caso valioso para sacar buenas conclusiones frente a este desafío estratégico.
Por un lado, el crecimiento de la industria minera ha demostrado tener una gran capacidad para desarrollar directamente nuevos y estratégicos sectores productivos; por ejemplo, energía, servicios portuarios, desalación de agua de mar, proveedores industriales y de servicios especializados. Por otro, este proceso ha demostrado la necesidad de una estrategia pública y privada capaz de liderar, coordinar y reportar el avance en esta clusterización. Esta experiencia demuestra que minería o diversificación es un falso dilema.
Los avances en la estrategia minerodiversificadora mantienen aún un alto grado de dependencia de la industria motriz y no consolidan diferenciación tecnológica e integración a nuevos mercados, salvo excepciones. En estas direcciones, bajo un liderazgo robusto de clusterización, debemos seguir avanzando.