A diario somos testigos de cómo los países protegen y compiten para crear, atraer y consolidar industrias que sean la base presente y futura de su crecimiento y desarrollo. Las autoridades y líderes nacionales tienen muy claro que la independencia y progreso de sus países requiere una estructura productiva competitiva a escala global. China, USA, Rusia, Corea del Sur, Alemania, Australia, etc. son ejemplos concretos de esta competencia productiva/tecnológica. Las regiones no podemos ser observadores de este proceso, debemos ser proactivos en la estratégica tarea de consolidar un aparato productivo regional competitivo y capaz de asegurar desarrollo sustentable, sostenibilidad y calidad de vida para la comunidad.
En el contexto actual, de profunda crisis económica y social, se torna crítica y absolutamente prioritaria la tarea de potenciar a nuestras empresas regionales: grandes, medianas y pequeñas. Para las pequeñas y medianas empresas, en muchos casos, la tarea de hoy es salvarlas.
La inversión y operación de las grandes empresas (públicas, privadas, mixtas) son los motores básicos de la economía regional, no sólo porque contratan mano de obra y pagan remuneraciones directas; sino que, porque tiene un potencial de contratación y de encadenamiento de una gran familia de empresas medianas y pequeñas que, con su masa laboral y salarios, potencian al comercio, la construcción y los servicios. En la crítica coyuntura actual, debemos asegurar la continuidad de sus operaciones, coordinarnos para acelerar su crecimiento con nuevos proyectos e inversiones y para que se priorice la contratación de mano de obra y empresas de la región.
Al mismo tiempo, el fortalecimiento de nuestras empresas regionales medianas y pequeñas, tanto en su inserción en los negocios como en su capacidad empresarial y competitiva es una tarea urgente y de centralidad estratégica. El crecimiento y desarrollo de nuestras empresas proveedoras regionales requiere avanzar en tres direcciones simultáneas y complementarias: (a) desarrollo de las competencias empresariales y tecnológicas; (b) priorización en los llamados y contratación de empresas proveedoras regionales y; (c) perfeccionamiento del modelo de relacionamiento del gran cliente con su proveedor pyme. El nivel esperado y exigido de la capacidad empresarial y competitiva de las pymes sólo se producirá bajo un modelo de participación y relacionamiento en que los incentivos apunten hacia ese objetivo, un modelo de equilibrio virtuoso.
En nuestra región, en el marco de la estrategia de cluster, debemos profundizar lo avanzado y sumar a más actores. La tarea es fortalecer un sistema productivo regional robusto, integrado y de equilibrio virtuoso entre grandes, medianas y pequeñas empresas.