Columna de opinión de nuestro primer vicepresidente, Osvaldo Pastén, publicada en El Mercurio de Antofagasta.
Vivimos tiempos de enormes e importantes cambios sociales, económicos y políticos. Cada vez con más fuerza recibimos noticias, tanto locales como internacionales, que nos hablan de contextos altamente volátiles, los que de manera creciente van imponiendo nuevos desafíos a las empresas. En este contexto, los grandes proyectos de inversión deben dar respuesta no sólo a las enormes complejidades técnicas que impone el rubro, sino también a las legítimas preocupaciones ambientales y sociales vigentes que aseguren la sostenibilidad del negocio.
En la minería, que es y seguirá siendo el pilar de la economía regional y de Chile, habitualmente encontramos ejemplos de las mejores prácticas del concepto de valor compartido y de una mirada de sostenibilidad de largo plazo del negocio. El sector está avanzando a paso firme, por ejemplo, en el uso exclusivo o privilegiado de energías renovables y en la utilización de agua desalada en sus procesos.
Un caso singular y atractivo en cuanto a su concepción y diseño sin duda es el proyecto minero-portuario Dominga (hierro y subproducto cobre), desarrollado por la empresa Andes Iron, el cual lamentablemente no ha podido ponerse en marcha, más por aspectos político-judiciales que técnicos, pero que sin duda tiene todos los componentes de un proyecto moderno. No sólo ocupará ciento por ciento agua de mar en sus procesos, sino que cuenta con el mayoritario respaldo de la comunidad, con la cual la compañía firmó un acuerdo marco de entendimiento por toda la vida del proyecto. Así se reflejó incluso en la consulta ciudadana realizada por la Asociación Chilena de Municipalidades a fines del año pasado, en la cual el 56% de los participantes, habitantes de la comuna de La Higuera, se manifestó a favor del desarrollo de proyectos mineros.
Dominga es un proyecto que podría cambiar el rostro de la Región de Coquimbo, y respecto de la cual el ecosistema minero de nuestra región tiene mucho que aportar. Estamos hablando de capacidad técnica y humana en rubros como la construcción, equipamiento minero, servicios especializados y educación, entre otros, en los que la Región de Antofagasta ha desarrollado una experiencia única en Chile, y que es una oportunidad para empresas y trabajadores locales que debe ser aprovechada.
La no materialización de Dominga sería una alarmante señal para el futuro próximo, ya que no sólo sería un complejo golpe para la seguridad de las inversiones en el sector minero, sino que, paradojalmente, sería una bofetada para las comunidades, con las cuales la empresa ha construido un pacto de confianza y mutuo beneficio de largo plazo. Si no logramos viabilizar este tipo de iniciativas, sin duda estaremos rompiendo un círculo virtuoso clave: inversión, crecimiento, trabajo, desarrollo y familia. Un objetivo país clave debe ser seguir siendo un destino privilegiado para las inversiones mineras y apuntar al camino ejemplar de valor compartido y la sostenibilidad.